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40 de visitante impresionante 

Doce años separaban aquel presente de 2004 del último grito de campeón. Las imágenes del "Loco" en el banco y esa época dorada de la que tanto le hablaban los padres a sus hijos formaban parte de un recuerdo que se cargaba de más nostalgia a medida que corrían los años y la chance volver a alzarse con un título le pasaba de lejos a la Lepra.
El comienzo de aquel Apertura, como el de cada campaña, renovaba la ilusión de todo el pueblo leproso que soñaba con el inicio de algo grande y llenaba el Coloso en el debut del equipo, pero el arranque no podría haber estado más alejado de las espectativas de la gente. La derrota con Vélez en el Parque fue un duro golpe que acrecentó un clima que ponía en tela de juicio la continuidad de Gallego al mando del plantel, de cara al partido visagra que se presentaba en la segunda fecha: el clásico en el estadio militar. Días antes del encuentro, la habilitación de un esperado refuerzo se concretaba y Newell's sumaba una pieza que inmediatamente sería tenido en cuenta para hacer su debut ese mismo fin de semana, nada menos que en el partido más importante del año: Julián Maidana.
Habrá querido el destino que sin completar un partido entero disputado con nuestra camiseta, el defensor entrara en la historia al mandarla al fondo de la red tras conectar un centro que Mansito puso en el aire de un córner en la segunda etapa. La alegría era rojinegra una vez más en la ciudad, y como lo marca la historia, el triunfo en el clásico sería un punto de inflexión, a partir del cual Newell's comenzaría a hilvanar una serie de resultados favorables que no lo verían derrotado hasta la fecha 13. 
El Tolo encontró en aquel plantel el complemento perfecto entre los pibes de la cantera leprosa y grandes jugadores experimentados. Quizás no deslumbró con su juego, pero fue efectivo y demostró personalidad para ganar los partidos que tenía que ganar cuando las exigencias de aquel Apertura lo ameritaban.
Ya sobre el cierre del torneo, cuando la locura invadía las calles de la ciudad palpitando un festejo más que postergado, un Coloso repleto hasta el último de los rincones festejó lo que sería la última victoria del certamen, en la penúltima fecha frente a Gimnasia La Plata, pero que no alcanzaría para dar rienda suelta a la emoción, y postergaría las cosas una semana más. En el transcurso de la misma, el descontrol ya se venía venir. La gente mataba por ese boleto a Avellaneda que representaba el pasaje a la gloria. Aquel domingo 12 de diciembre de 2004 la ruta que une Rosario con Capital no vió un solo kilómetro que no fuese invadido por los colores rojo y negro. Solo los jugadores sabrán si fueron superados por aquel marco nunca antes visto en un partido de fútbol, lo cierto es que al salir al césped, los cuatro costados de esa cancha ubicada a 300 kilómetros de Rosario eran una fiesta leprosa, eran el Coloso en Buenos Aires. 
Haciendo honor a la historia de nuestra institución, el desenlace hacia la sexta estrella mantuvo en vilo a toda una ciudad. Newell's caída de manera desconocida con Independiente eliminando cualquier suspicacia de por medio y aguardaba por el resultado de su más inmediato perseguidor, Vélez Sarsfield, quien terminaría dejando escapar su chance y permitiría así, sobre el final de aquella gloriosa tarde, dar rienda suelta a ese grito contenido en las gargantas de los enfermos de lepra durante 12 largos años. Ante una multitud que marcó un hito con una movilización sin precedentes, Newell's era el nuevo campeón del fútbol argentino.

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