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El unico campeón en la cancha de boca
La obtención del primer título de Marcelo Bielsa en el banco leproso, el tercero en la historia del club, le otorgaba a la Lepra la posibilidad de disputar una final con quien se alzara con el Clausura del año siguiente, para definir el campeón del Torneo Unificación 90/91. El mismo concluyó con la consagración de Boca, de manera que se presentaba una promesa de final con dos grandes choques por la lucha de una nueva estrella.
Por aquel entonces, el plantel de la selección argentina se encontraba disputando la Copa América en Chile, contando entre sus líneas con dos jugadores de cada club: por el lado de Boca, Diego Latorre y Gabriel Batistuta, y por el lado leproso Fernando Gamboa y Darío Franco. Ante esta situación, la AFA le otorgó a ambas instituciones la chance de realizar dos contrataciones en busca del reemplazo de las respectivas bajas, con lo cual los xeneizes sumaron a Reinoso y el brasileño Gaúcho entre sus filas. Por parte de Newell's, la decisión de Bielsa fue sustituir esas ausencias con jugadores del plantel habitualmente suplentes, Garfagnoli y Fullana.
Sábado 6 de Julio de 1991 fue la fecha marcada para el primer encuentro. Ante un estadio militar colmado, en Arroyito, y tras un primer tiempo que pasó sin demasiadas emociones, Eduardo Berizzo fue en busca de un centro que partió de los pies del Tata, a raíz de un tiro libre que la Lepra tuvo a su favor en el inicio del complemento. El Toto se anticipó a Navarro Montoya para que toda la ciudad delirara ante lo que sería el único gol de aquella tarde, el que pondría cifras definitivas al choque de ida. El conjunto del Loco conseguía la mínima diferencia a favor y todo quedaba supeditado entonces a la gran revancha, a aquella tarde patriótica del 9 de Julio.
Desde temprano, el cielo oscurecía el día y la lluvia no cesaba, agregángole un verdadero marco de película a esa gran final, como por si hiciera falta algo más de dramatismo en aquella batalla. La cancha embarrada convirtió la épica Bombonera en un potrero de barrio en donde los 22 jugadores se confundían en medio del barro y ante la vista de las millones de almas que presenciaban el partido, que marcó récord de audiencia habiéndose televisado por primera vez hacia todo el país como una definición de campeonato.
En la cancha, Boca lo buscó desde el primer instante obligado por la desventaja, por la localía y con todos los pronósticos a su favor. Newell's se mostró sólido en defensa y amenazaba de contragolpe. Tras un primer tiempo sin cambios en el marcador, el local fue más incisivo en la segunda etapa hasta encontrar la diferencia recién a los 81 minutos en los pies de Reinoso, lo que decretaba un empate en el global y conducía a un alargue de dos tiempos de 15 minutos cada uno. Ese tramo no bastó para modificar las cosas y todo conducía a la tanda de penales. Contaba el querido Profe Castelli que previo a la definición, el Gringo Scoponi le confesó que en su vida había atajado un penal a lo que él le respondió "tranquilo Gringo, usted lo gana". Solo el Profe sabrá si aquellas palabras eran más una motivación que un presentimiento, el hecho es que en el libro de las leyendas del fútbol argentino, había una página reservada para el N° 1 leproso.
El arco del Riachuelo era el indicado para las ejecuciones, y Graciani, en su despedida de Boca, era el encargado de abrir la serie. El Gringo elije su derecha y ahí fue la bocha. Primer penal pateado, a las manos de Scoponi. El Toto se encargó de marcar nuevamente y puso las cosas 1-0 a favor de Newell's, antes de que el Gringo volviera a contener el segundo pateado por el local, esta vez en los pies de Rodríguez. Siguieron el Chocho Llop y Blas Armando Giunta quien pudo, en la tercera oportunidad, abrir la cuenta para los de la Ribera. El Negro Zamora mantuvo la diferencia de 2 goles al convertir el tercero y llegaba el momento cúlmine. Pico tenía en sus pies la definición del título. Si convertía, continuaba la serie, si fallaba, Newell's sería el primer campeón de la historia en festejar en esa cancha. Desde la tercera bandeja se escuchó un explosión que dejó muda a toda la Bombonera. La pelota fue en la dirección de los miles de leprosos que estaban allá arriba, después de rebotar en el travesaño y salir. Lo habían hecho realidad. Los pibes de Bielsa, ante todos los pronósticos y contra el clima mas hostil, daban la vuelta para el delirio de nuestro pueblo.
Pocos días después, la edición de "El Gráfico" titularía en una de sus notas "Hinchas arriba, hinchas abajo", la mejor síntesis de aquella vuelta inolvidable.
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