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Empezaba la gloria

En Julio de 1990, un joven entrenador apodado "loco" por sus singulares métodos, que llevaba casi una década de trabajo en las divisiones inferiores, recibe la confianza de la dirigencia leprosa y asume como técnico del primer equipo. Un tal Marcelo Bielsa, ex defensor de corta carrera como jugador, tan exigente con su entorno como consigo mismo y capaz de recorrer 25 mil kilómetros del territorio nacional para reclutar jugadores tenía su gran oportunidad, premio al esfuerzo y éxito conseguido en su trabajo desarrollado en el club.
Para aquel entonces, el torneo "Apertura" hacía su debut. La AFA había dispuesto una nueva modalidad, en la que las dos ruedas que se disputaban hasta el momento, representarían dos certámenes diferentes, de los cuales saldrían sus respectivos campeones que se enfrentarían al final de la temporada definiendo el campeón del año. Para encarar el mismo, Bielsa subió a diez jugadores de entre 19 y 21 años de edad para armar un plantel que se equilibraba entre la experiencia y la juventud. 
El inicio del certamen mostraba a un Newell's sin sobresaltos, que llegaba a la fecha 8 habiendo obtenido 9 puntos sobre los primeros 14 en disputa, y lo que marcaba el fixture era nada menos que el primer clásico con el Loco en el banco, que tendría un debut acorde a su manera de sentir aquel partido tan especial. En Arroyito, frente a un rival puntero y tras 10 años sin victorias en esa cancha, la Lepra fue protagonista de 90 minutos infartantes que derivaron en un 4-3 a favor tan inolvidable como decisivo en lo anímico para lo que restaba de aquel Apertura. Como lo marca la historia, se reflejó la relevancia del clásico en la continuación del certamen, donde Newell's cosechó 5 empates y 6 victorias, encaminándose hacia una nueva estrella.
La definición también hizo honor a la historia rojinegra, con una consagración no apta para cardíacos. La Lepra empataba 1-1 con San Lorenzo en cancha de Ferro y debía aguardar hasta último momento la culminación del partido que River (su oponente número uno al título) tenía en el Monumental ante Vélez. La igualdad se había consumado en Caballito, y todo el plantel y los hinchas leprosos desde las tribunas rezaban por el pitazo final en Núñez que decretara el mismo resultado que mantenía intacta la ventaja sobre River, el escolta. Pero antes del cierre, cuando los nervios se habían apoderado de todo Newell's que se atragantaba con el festejo de campeón, Vélez convirtió el 2-1 para finalmente desatar, aquel 22 de Diciembre, la locura total del pueblo leproso y ese plantel al mando de una figura que, erigiéndose por sobre los hinchas que habían invadido el campo y con una camiseta en la mano, gritaba a los 4 vientos su "Newell's Carajo!" inmortal.

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